Cuando fuimos niños, el regalo navideño era sin duda lo más preciado en estas festividades.
Nos esmerábamos en la lista de pedidos a Santa y el 24 nos portábamos mejor que durante todo el año, para tener la dicha de recibir el obsequio soñado.
Ya en la adolescencia, en la onda del inconformismo, preferíamos mil veces recibir efectivo en vez de un presente; tal vez para comprar algo de nuestro gusto o para gastarlo en la ansiada fiesta de Año Nuevo.
Sin embargo, cuando llegamos a la adultez, empezamos a pensar en los regalos de los pequeños y adolescentes, dejando al final el de nuestros contemporáneos. Y si a eso le añadimos la situación económica no tan opulenta que el casi 100% de los peruanos experimentamos, éstos últimos presentes se convierten en detalles que expresan cariño, más que satisfacción material.
Por lo que una vez que se tiene el regalo, hay que fijarnos en su empaque. La presentación de nuestro obsequio es muy importante, ya que en los detalles y cuidados de la envoltura, estamos demostrando toda nuestra dedicación y afecto.
El esfuerzo por vestir bien el obsequio con una bella envoltura, aunque se rompa en unos segundos, propicia en el ser querido una hermosa sensación de alegría. Y aunque el objeto no sea costoso, ya nos habremos ganado un gran y sincero agradecimiento.
Si deseas envolver mejor tus regalos, Zancada nos da unos consejos.